Me comenzó a doler...


Comenzó a doler cuando la guerra pasó a las sábanas,
cuando jugamos a darnos la espalda y a convertir en dardos las palabras.
Cuando de tanto tirar y aflojar, en vez de deshacerse los nudos del estómago, se nos fueron a la garganta, y de ahí siempre ese maldito silencio tuyo.
Comenzó a doler cuando dejó de existir un nosotros y un mañana, y se acabaron los helados en la cama.

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