Quizá deba llorar porque nunca seremos más que amigos.

¿Sabes? Le quiero, le quiero como nunca antes había querido a nadie. Cuántas veces me habré dicho, ¿se lo digo o no se lo digo? Si alguna vez me decidí a decírselo, las ganas de ello se me quitaron al iniciar la conversación:
- ¡Hola! (le dije con cara de preocupación)
+ ¡Hola pequeño escarabajo! ¿Por qué traes esa cara? (me preguntó poniendo cara de bobo, para sacarme una sonrisa)
- (Saco una sonrisa forzada) Bueno, la verdad es que... tengo que decirte algo.
+ Tengo que decirte algo. (repitió con una voz muy aguda y haciéndome cosquillas) Venga va, ahora en serio, ¿qué te pasa?
Empecé a pensar, yo sé perfectamente que en realidad la quiere a ella, y si le digo que le quiero ya no volverá a confiar en mí, ya no podremos hablar con el desparpajo que hacemos ahora, ni volverá a hacerme esas cosquillas que tanto me gustan.
- No, bueno... si es una bobada (le dije mientras pensaba en que decirle)
+ Venga, dímelo. Sabes que puedes confiar en mí (dijo empezando a poner cara de preocupación)
- Bueno... verás, es que he vuelto a discutir con mi madre, y... bueno, ya conoces a mi hermano, que con tal de que me castigue hace cualquier cosa... y es que yo ya no puedo más(no podía más, claro que no podía más. No podía seguir con el duelo de si iba a decírselo o no. Rompí a llorar).
+ Venga, no llores, (dijo mientras me estrechaba contra su pecho y me abrazaba muy fuerte) tienes que volver a casa y pedirle perdón a tu madre, ya verás como te quita el castigo.
Eso sucede cuando decido contárselo, y cuando decido que no... ¡Já! Cuando decido que no, me martirizo pensando en cuando voy a poder contárselo.